lunes, 14 de abril de 2014

Desde mi ventana



Desde mi ventana, soy espectadora matutina. Todos los días igual. Un gran edificio, sucesión de universos huecos, habitados por diversos personajes de una misma obra. En la primera ventana de la izquierda, es la voz marchita de Elisita Zamudio la que se asoma, hipnotizando los corazones de quienes anhelan cantar himnos en nombre de su creador. Dos pisos abajo, mirando su reflejo melancólico en el espejo, Facundo Herrera olvida su hipocondría después de hablar con su hijo, tras un abandono de varios años. Tres ventanas a la derecha, sobre una mesa, una taza de té acompaña una hogaza que Alicia Santamaría guarda con recelo para que no se termine pronto. Todos tienen un enemigo común: el tiempo. Los amenaza constantemente, cada día, cada segundo que transcurre. Todos quieren homologar sus penas por algunos segundos más. Es cuestión de astucia, como los zorros. Si tan solo pudiera regalarles un poco del tiempo que me sobra sentada en esta ventana, les daría a mis zapatos oficio, y me iría de puerta en puerta. Tal vez hornearía una torta, la de zanahoria es mi favorita. Podría esconder en ella algunos fragmentos de tiempo, para que no se den cuenta.

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